
Durante unos años estuvo oculto en el inconsciente colectivo de toda una generación. Una generación que nació con el fin de una guerra y la borró de los libros.
Pero ahora, un tiempo después, entre un grupo de niños desconocidos entre si, ha aflorado el horror.
Hace una semana tuve un sueño. Un recuerdo que casi había olvidado volvió a mi cabeza. Era de cuando estuve en Vietnam. También era de noche. No estábamos lejos de Saigón, en el Vietnam del Sud. Recuerdo exactamente el nombre del pueblo que debíamos liberar esa noche: Tra Vinh, donde nos informaron que mantenían escondido al líder de los insurgentes del Viet Cong.
Habíamos pasado el día escondidos en un campamento a la orilla del río. Yo había tenido un mal día. De los 4 pantalones de algodón con un bolsillo por cadera ydos bolsillos traseros con solapas abotonadas y 4 camisetas también de algodón y un bolsillo en la pechera que recibí al ingresar en el ejercito de los EEUU había gastado ya la mitad y esa misma tarde se me había roto la tercera de las cuatro mudas verde boreal.
Cuando, ya de noche, nos acercamos a los aledaños del pueblo arrasando con todos los cerdos y vacas que encontramos por el camino.
Esperamos a que el jefe de sección nos diera la señal, con agua hasta los tobillos y miles de insectos aprovechandose de nosotros.
Cuando por fin entramos en acción enseguida tuvimos el pueblo sitiado. Todo transcurría en una calma tensa. No opusieron resistencia, pero no encontrabamos al gran líder Victor Charlie.
Me decidí a entrar a una casa, donde solo vivía una vieja con su nieta recién nacida, los padres de la cual habían muerto por comunistas y por colaborar con el enemigo. La vieja quería barrarme el paso para no despertar a la niña. La golpeé hasta que Diós pensó que debía morir. Luego me acerqué a la niña, que parecía saber que me había discutido con su abuela. Esta me agarró de la camiseta y me la rompió. Ya no me quedaban camisetas.
Paré un momento para reflexionar, pero me volví loco. Puse una bomba debajo las sabanas de la cama de la niña. Salí corriendo de esa casa mientras disparaba mi metralleta hacia todas las ventanas del poblado. Dejé de disparar en una, donde asomaba una joven de pelo rizado. Fuí hasta ella y tiré de su pelo hasta dejarlo liso. Cuando ya no podía resistirse le hice el amor, aunque ella no quería.
La mañana siguiente nos despertó el olor a Napalm vertido sobre el pueblo; aroma más recomfortante que la de qualquier café.
Unos días después, al caer Saigón todos hablabamos de la locura de Vietnam. Nuestra locura. La que habíamos a nuestra medida para poder sovrevivir allí.
Des de que volví a Vietnam me la encuentro cada día, y tengo que huir corriendo de ella.
Com digué el Dani: You're never too young to have a Vietnam flashback!
3 comentarios:
You're never too young to have a Vietnam flashback!
eees això!
Que levante la mano el que dijo que un dia pondría un comentario y finalmente lo hizo!
Yo! Yo!
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